RASGOS DE SU ESPIRITUALIDAD
La espiritualidad de Dolores Sopeña es fundamentalmente una espiritualidad apostólica. Ella logra vivir una síntesis dialéctica entre acción y contemplación: "el espíritu propio de nuestro Instituto es espíritu de oración, espíritu apostólico y la unión constante de estos dos espíritus en uno" y el reto es ver cómo se logra que "no una hora, pero ni un minuto nos inclinemos más a la vida activa que a la contemplativa" . Aunque en su epitafio se escribió "aquí descansa la que nunca descansó", no era simple activismo; toda su vida estaba movida por el único deseo de recorrer el mundo entero, y si era preciso, llegar "hasta las puertas del infierno" , a aquellos lugares donde nadie se atrevía a ir; lugares donde habían personas en situaciones realmente desesperadas. Todos sus afanes estaban alimentados por una intensa espiritualidad que la hicieron alcanzar una gran unión con Dios.Con todo, tradicionalmente, y a partir de sus propias expresiones, su espiritualidad se define con tres grandes calificativos: eucarística, mariana e ignaciana. A estos tres calificativos hay que añadir otros dos que, aunque se dan por supuestos, conviene explicitar. Dolores Sopeña tiene una espiritualidad marcadamente cristocéntrica y eclesial. Estos cinco ejes de su espiritualidad: eucarística, mariana, ignaciana, cristológica y eclesial, desarrollan en ella unos grandes dinamismos espirituales que dan a su espiritualidad unos matices particulares. Esta espiritualidad que denominamos apostólica, la vivió con cuatro actitudes básicas: la búsqueda continua de la voluntad de Dios, la conciencia de ser un instrumento en sus manos y la capacidad de ver a Dios en todo y en todos.
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