Una espiritualidad mariana

Reconoce la presencia de la Virgen en su camino, en su corazón, en los grandes acontecimientos personales y del Instituto. La siente como "compañera inseparable" y "confidente" . Le consagra el Instituto, invocándola como "Superiora, Madre y Maestra de sus Catequistas" . La considera "la primera Catequista del mundo nombrada al pie de la cruz para conducir al género humano a la Jerusalén celestial, nuestro modelo para catequizar el mundo entero, ofreciéndole nuestras vidas en alas del sacrificio para conseguirlo" . Todos sus escritos están llenos de expresiones cercanas y cariñosas: "Madre de mi alma, ídolo de mi corazón, la más preciosa sonrisa de Dios"...

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