Dolores Sopeña y los Papas: "Habemus Papam" (mayo 2005)

El pasado 19 de abril, el Cardenal Protodiácono Jorge Medina Estévez presentó con el célebre "Habemus Papam" al Card. Joseph Ratzinger como el nuevo Pontífice de la Iglesia Católica ante la expectación y júbilo de la multitud que colmó la Plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación, y la mirada atenta de millones de personas, creyentes y no creyentes, en todo el mundo.
El nuevo Papa, que lleva el nombre de Benedicto XVI, será el encargado de conducir a la Iglesia en estos primeros años del tercer milenio, estrenado por S.S. Juan Pablo II.
Con motivo de esta memorable ocasión, queremos unirnos a la alegría de la Iglesia universal y aprovechar para compartir con vosotros el cariño y veneración que sintió siempre la Beata Dolores Sopeña por la figura del Romano Pontífice, como sucesor de Pedro y Vicario de Jesucristo.
Dolores Sopeña conoció personalmente a tres Papas: León XIII (1878-1903), Pío X (1903-1914) y Benedicto XV (1914-1921). Sobre estos encuentros nos comparte en su Autobiografía.

A León XIII lo vio por primera vez en la Peregrinación que ella hizo a Roma en el Año Santo de 1900. Sobre esta inolvidable experiencia nos cuenta: «Llegamos a Roma con toda felicidad y el corazón henchido de alegría al poner por vez primera el pie en la Ciudad Eterna. Yo gocé lo indecible, tanto en hacer las visitas a las basílicas y todos los actos que reunidos hacíamos todos los que íbamos en la Peregrinación, como –en esto subió de punto el goce– cuando conocimos al gran Pontífice León XIII. Es imposible describir lo que se siente al verse muy cerquita del Vicario de Cristo en la tierra...» (p. 162).
Este Papa había escrito pocos años antes (1893), la “Rerum Novarum”, primera gran encíclica social en la que salía en defensa de los derechos de los trabajadores, sintiéndose internamente confirmada en su trabajo en favor de la promoción y dignificación de la familia trabajadora. Y fue León XIII quien en 1894 dio una bendición especial a la Asociación de Apostolado Seglar fundada por ella dos años antes.

A San Pío X lo conoció en el año 1907. Dolores Sopeña había viajado a Roma con el único deseo de saludarlo personalmente y presentarle la Obra que, poco antes, en el año 1905, había recibido una bendición especial del Papa. Sobre ello había escrito: «El Vicario de Cristo habló ya, encomiando la Obra antes, mucho antes de lo que se acostumbra» (p. 196).
Su relación con Pío X fue siempre cercana y de mutua admiración. A este Papa pertenece la conocida frase: «Extraordinaria es la Obra y extraordinaria será su aprobación, pues llena una gran necesidad en los tiempos actuales» (p. 233). Y, en efecto, así fue, el Instituto recibió la aprobación pontificia directamente del Santo Padre antes de cumplir 7 años de su existencia, el 21 de noviembre de 1907.
Durante todo el Pontificado de Pío X, Dolores Sopeña lo visitó anualmente para presentarle el estado de la Obra y consultarle distintos asuntos.

Su encuentro con Benedicto XV fue en el año 1915. A causa de la precaria salud de Dolores Sopeña y de la dificultad de viajar en plena primera guerra mundial, no había podido presentarle antes la Obra, lo que la tenía “inquieta”. Sobre esta primera Audiencia, escribe: «Nos tuvo media hora de reloj, preguntándonos con gran interés todos los pormenores de nuestro Instituto y haciendo grandes elogios de él y de cuanto le contábamos... Nos bendijo para todos nuestros trabajos en Roma y en el mundo entero y para todas las personas que nos ayudan y a cuantas yo tuviese en mi imaginación.» (p. 312)

El reconocimiento de los diversos Pontífices a la vida y obra de Dolores Sopeña, ha perdurado hasta nuestros días. Durante el Pontificado de S.S. Juan Pablo II, la Causa de Canonización recibió un fuerte impulso y fue él quien la beatificó en la Plaza de San Pedro el 23 de marzo de 2003. Aún hoy resuenan en nuestro corazón las palabras que nos dirigió en la homilía:

«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud" (Ex 20,1). La gran revelación del Sinaí nos muestra a Dios que rescata y libera de toda esclavitud, llevando después a plenitud ese designio en el misterio redentor de su Hijo Unigénito, Jesucristo. ¿Cómo no hacer llegar ese sublime mensaje, sobre todo, a los que no lo sienten en su corazón por ignorancia del Evangelio?
«Dolores Rodríguez Sopeña palpó esta necesidad y quiso responder al reto de hacer presente la redención de Cristo al mundo del trabajo. Por eso, ella se propuso como meta "hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo Jesús."
«Este espíritu se cristalizó en las tres entidades fundadas por la nueva Beata: el Movimiento de Laicos Sopeña, el Instituto de Damas Catequistas, llamadas hoy Catequistas Sopeña, y la Obra social y cultural Sopeña. A través de ellas, en España y Latinoamérica, se continúa una espiritualidad que fomenta la construcción de un mundo más justo, anunciando el mensaje salvador de Jesucristo.»

Este mensaje fue confirmado el día siguiente en la Audiencia a los peregrinos:

«Los problemas de la emigración, las tensiones sociales o la globalización de nuestros días, el anticlericalismo manifiesto o solapado, permiten comprender mejor la inspiración que en su día llevó a la Beata Dolores Sopeña a consagrar su vida a la evangelización de los alejados de Dios y de su Iglesia.
«Su afán apostólico le llevó a fundar tres instituciones, hoy unidas en la "familia Sopeña", que sostienen numerosas obras en España, Italia, Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú y República Dominicana, cuyo objetivo principal sigue siendo la promoción y anuncio de la Buena Nueva a las familias del mundo del trabajo, no tan carentes de formación como en otro tiempo, pero siempre necesitadas de Jesucristo.»

Damos gracias a Dios por S.S. Juan Pablo II y elevamos oraciones por el nuevo Papa, Benedicto XVI.

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