Queridos amigos:
En esta Hoja de Favores dedicada a la Beatificación de Dolores Sopeña, queremos compartir con vosotros los días tan maravillosos que hemos vivido en Roma durante los diversos actos realizados para celebrar tan grande acontecimiento, los días 22 al 24 de marzo de 2003.
El sábado 22, nos dimos cita en Roma 2.500 peregrinos venidos de los diversos países donde está presente la Familia Sopeña: España, Italia, Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Perú, México, República Dominicana y Cuba. Personas de distinto sexo, nación, cultura, edad, condición social. Y entre todos se veía hecho realidad el sueño de Dolores: «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús:»
El primer encuentro lo tuvimos en el Salón Esperanza del Hotel Ergife. Era el Acto de Acogida a los peregrinos, precisamente en la víspera del día tan esperado de la beatificación.
El Acto dio inicio con unas palabras de Rosa María Hermosa, Presidenta Internacional de la Familia Sopeña, en las que nos presentó a Dolores Sopeña como Testigo y Maestra de unidad. Resultaron palabras tan significativas que, en esta misma Hoja, os las transcribiremos para compartir con todos vosotros este mensaje dirigido a los que vemos en Dolores Sopeña un modelo de vida cristiana a seguir.
Luego de estas emotivas palabras, se dirigió a nosotros el Dr. Guzmán Carriquirry, Subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos y gran amigo y colaborador; nos habló de la figura del laico en la Iglesia y mundo actual.
Después de estás palabras que nos caldearon el corazón, actuó el grupo artístico Soma. A través de tres mimos, representó lo que es el carisma Sopeña, con ese compromiso en la construcción de un mundo más justo y humano, a través de la promoción integral de las familias trabajadoras, el anuncio de Jesucristo y la construcción de la fraternidad.
Luego vino el momento de los testimonios. Cuatro personas, de diversas partes del mundo, compartieron con todos los presentes lo que ha supuesto para ellos haber conocido a Dolores, y haber entrado en contacto con su Obra. Auténticas transformaciones y cambios de vida de quienes se han encontrado con personas que les han tendido una mano, que les han ayudado a descubrir a Dios y que les han dado la oportunidad de compartir su tiempo, todo lo que son y tienen, para ayudar a hermanos más necesitados. Estos testimonios fueron realmente conmovedores.
A modo de sello de este momento, se interpretó “Canción para Dolores”, compuesta expresamente para esta ocasión.
Acto seguido, se proyectó el vídeo: “Una familia que no conoce fronteras". En él se presentaban los frutos de la Campaña de Solidaridad Sopeña, organizada precisamente como un modo de preparar y vivir la Beatificación. Esta Campaña, especialmente potenciada a partir del año 1992, ha tenido como finalidad recaudar fondos entre los miembros de la Familia Sopeña para financiar proyectos de promoción humana, educación, desarrollo comunitario, mejora laboral, etc., de miembros más desfavorecidos de la Familia. ¡Es increíble todo lo que se ha hecho! Mejoras en vivienda, educación, salud; personas que han logrado comprar herramientas de trabajo, aprender un oficio con el que ganarse la familia y alimentar a su familia. Y todo, como un modo de "expresar el amor con obras", como deseaba Dolores. Vistos los resultados, se ha vuelto a lanzar la Campaña como una manera de seguir viviendo el espíritu Sopeña.
Terminado el vídeo, parejas representantes de cada uno de los países presentes, subieron al escenario con sus trajes típicos para llevar una ofrenda a Dolores en señal de cariño y gratitud. Éstas ofrendas se colocarán en el museo dedicado a ella en Madrid.
Finalmente, todos juntos, a una sola voz, entonamos el Himno "Una gran familia". Sí, realmente todos éramos una sola familia y todos deseábamos hacer del mundo una sola familia en Cristo Jesús.
El domingo 23 era el día esperado. A las 7 de la mañana estábamos en la Plaza de San Pedro para buscar un sitio que nos permitiera vivir la Ceremonia de la mejor manera posible. A las 9.30, se empezó a leer una semblanza de cada uno de los cinco Siervos de Dios que iban a ser Beatificados: Pierre Bonhomme, Dolores Sopeña, Caridad Brader, Juana Mª Condesa Lluch y Ladislao Batthyány-Strattmann..... Y, a las 10 en punto, llegó el San Padre, Juan Pablo II para dar inicio a la Eucaristía.
En la Eucaristía se vivieron momentos con especial intensidad. Aún resuenan en nuestros oídos las palabras del Obispo de Cahors (Francia) que pidió al Papa la Beatificación de los cinco Siervos de Dios. El Papa, después de oír una breve biografía de cada uno, leyó la fórmula de beatificación a la que todos contestamos "Amén." A la par que el coro de la Capilla Sixtina cantaba, se iban levantando las cortinas que tapaban la imagen de los nuevos Beatos. ¡Qué momento tan emocionante, tan sobrecogedor! Dolores aparecía ante nuestros ojos sonriendo, y nos parecía escuchar de sus labios: «desde el cielo os bendeciré siempre y desde allí os ayudaré más.»
El levantar la cortina coincidía con la procesión y ofrenda de relicarios, restos humanos de personas que se gastaron y desgastaron en el servicio a Dios y a los hombres y que se nos ofrecen a la veneración del Pueblo de Dios.
En la Homilía, el Papa, refiriéndose a Dolores Sopeña, nos dijo:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud" (Ex 20,1). La gran revelación del Sinaí nos muestra a Dios que rescata y libera de toda esclavitud, llevando después a plenitud ese designio en el misterio redentor de su Hijo Unigénito, Jesucristo. ¿Cómo no hacer llegar ese sublime mensaje, sobre todo, a los que no lo sienten en su corazón por ignorancia del Evangelio?
«Dolores Rodríguez Sopeña palpó esta necesidad y quiso responder al reto de hacer presente la redención de Cristo al mundo del trabajo. Por eso, ella se propuso como meta "hacer de todos los hombres una sola familia en Cristo Jesús."
«Este espíritu se cristalizó en las tres entidades fundadas por la nueva Beata: el Movimiento de Laicos Sopeña, el Instituto de Damas Catequistas, llamadas hoy Catequistas Sopeña, y la Obra social y cultural Sopeña. A través de ellas, en España y Latinoamérica, se continúa una espiritualidad que fomenta la construcción de un mundo más justo, anunciando el mensaje salvador de Jesucristo.»
En el ofertorio entregamos dos preciosos manteles, purificadores, vasos sagrados y una custodia para Iglesias pobres).
Toda la celebración la vivimos con la conciencia de sentirnos unidos como Iglesia y como Familia Sopeña, aunque estábamos dispersos por la plaza.
La Eucaristía, como recordaréis, se unió con el rezo del Ángelus y el Papa nos exhortaba a que «edificados por el ejemplo de estas mujeres extraordinarias, aprendamos en la escuela de María a contemplar a Jesús, Príncipe de la Paz.»
Realmente fue un día pleno de felicidad, de gozo, de acción de gracias.
El día siguiente, lunes 24, tuvimos la Eucaristía de Acción de Gracias por la Beatificación. Era la primera misa de la beata Dolores Sopeña. El lugar no podía haber sido mejor: la Basílica Vaticana, junto al altar de la Cátedra de San Pedro. La música estuvo a cargo del coro Julia, dirigido por Mons. Colino; concelebraron Cardenales, Obispos y sacerdotes venidos de las distintas diócesis donde está presente la Familia Sopeña. Las palabras de Rosa María Hermosa, Presidenta Internacional de la Familia Sopeña; la homilía del Card. Rouco, Arzobispo de Madrid; y la acción de gracias de Mons. Pedro Meurice, Arzobispo de Santiago de Cuba, nos ayudaron a vivir en profundidad este momento tan especial.
A continuación, pasamos al Aula Pablo VI, donde S.S. Juan Pablo II nos recibió en Audiencia a todos los peregrinos. En su discurso, nos dijo:
«Los problemas de la emigración, las tensiones sociales o la globalización de nuestros días, el anticlericalismo manifiesto o solapado, permiten comprender mejor la inspiración que en su día llevó a la Beata Dolores Sopeña a consagrar su vida a la evangelización de los alejados de Dios y de su Iglesia.
«Su afán apostólico le llevó a fundar tres instituciones, hoy unidas en la "familia Sopeña", que sostienen numerosas obras en España, Italia, Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú y República Dominicana, cuyo objetivo principal sigue siendo la promoción y anuncio de la Buena Nueva a las familias del mundo del trabajo, no tan carentes de formación como en otro tiempo, pero siempre necesitadas de Jesucristo.»
Finalmente, después de la Audiencia, compartimos una Comida de Fraternidad.
Realmente han sido días maravillosos, cuyas vivencias se prolongan hasta ahora y nos impulsan a vivir como Dolores y a mantener vivo su espíritu: comprometiéndonos en las construcción de un mundo donde todos podamos vivir como hijos de un mismo Padre, donde podamos «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús.»
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