Llamados a la Santidad (enero 2003)

Queridos amigos y amigas:
En la Hoja anterior os comunicábamos que el 23 de abril de este año, se leyó ante el Papa Juan Pablo II, el Decreto por el que se reconocía que se había realizado una curación milagrosa, gracias a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios Dolores R. Sopeña. Con ello, se daba el último paso para que Dolores fuese declarada Beata. De hecho, esperamos su próxima beatificación en Roma, durante el mes de abril de 2003.
Algunos de vosotros os preguntaréis, ¿qué importancia y qué significado tiene que una persona sea Beatificada? ¿Por qué la Iglesia declara Beatos y Santos a determinados cristianos?
Para responder a estas preguntamos, hagamos un poco de historia.
En la Constitución “Divinus Redemptoris Magíster” (25/01/1983), se lee que, "Desde tiempos inmemorables la Sede Apostólica propone a la imitación, veneración y a la invocación a algunos cristianos que sobresalieron por el fulgor de sus virtudes."
Efectivamente, a lo largo de la historia de la Iglesia, han existido cristianos que han vivido el seguimiento a Jesucristo, su entrega y amor a Dios y a los demás de modo extraordinario.
Por este motivo, estos hombres y mujeres son propuestos para ser:
– Imitados: Los beatos y santos son presentados como modelos, precisamente porque ellos han sido imitadores de Cristo y con sus vidas nos enseñan un modo concreto de vivir nuestro cristianismo.
– Venerados: Los beatos pueden recibir culto público en su patria, con imágenes en el altar y fiestas de conmemoración; los santos en la Iglesia universal.
– Invocados: Los beatos y santos son reconocidos por la Iglesia como intermediarios junto a Dios en favor de quien les invoque. Por eso nos podemos encomendar a ellos para pedir, por su intercesión, gracias y favores.
Muchos tenemos la creencia de que los santos son personas especialmente escogidas por Dios, que han gozado de dones y gracias extraordinarias, a las que no tenemos acceso el común de los cristianos. Detrás de esto está la convicción de que, alcanzar la santidad, es sólo posible para un pequeño grupo de privilegiados. Sin embargo, esto no es así: Todos, sin excepción, estamos llamados a la santidad.
Pero, ¿qué es la santidad?
El Concilio Vaticano II, en su constitución Lumen Gentium, dedicó un capítulo entero a recordar a los cristianos que todos, sin excepción, estamos llamados a la santidad, y que ésta consiste, fundamentalmente, en vivir unidos a Cristo ya en esta vida y en amar de verdad, como Él nos amó.
Ser santos es vivir de acuerdo a lo que somos: otros Cristos. Por el bautismo, todos hemos recibido el Espíritu Santo y hemos sido hechos hijos de Dios; en este sentido, desde el bautismo, todos somos “santos” puesto que en nosotros habita el Espíritu de Dios y somos Templos del Espíritu. Pero, por propia experiencia sabemos que muchos, aunque estamos bautizados, no vivimos realmente como cristianos, no actuamos como Jesús.
Los santos no son personas perfectas; también tenían defectos y limitaciones. Pero ellos se tomaron en serio el vivir como Jesús vivió: perdonando, ayudando a los demás, siendo compasivos, misericordiosos; en otras palabras, amando a todos sin distinción, pero, como decía Dolores, con un amor práctico, con un amor que se manifiesta en obras. Y todos podemos vivir así.
Dolores vivió la santidad, el seguimiento de Cristo, entregándose sin reservas a los más necesitados, trabajando para que todos vivieran según las dignidad que les corresponde como hijos e hijas de Dios, construyendo fraternidad, haciendo que todos vivamos como hermanos de un mismo Padre, anunciando el Evangelio a aquellos que no han tenido la gracia de oír hablar de un Dios Padre bueno que quiere el bien de sus hijos.Por eso, con la Beatificación de Dolores Sopeña, la Iglesia nos la presenta como modelo e intercesora y nos invita a venerarla, encomendándonos a ella con la confianza de saber que está junto a Dios, para pedir por su intercesión gracias y favores pero, sobre todo, para pedirle que nos ayude a vivir como buenos cristianos allí donde Dios nos ha puesto: en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro alrededor.

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